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Cuando el peluquero se convierte en psicólogo: por qué nos confesamos en la peluquería

(elmundo.es) Este relato está basado en hechos reales. D. M. está sentada en la butaca de la que es su peluquería desde hace más de 10 años. Antes de cortar, su peluquero se acerca a analizar, en seco, el estado de su pelo y, casi sin atreverse, le dice: «D., te han salido muchísimas canas en estos tres meses, ¿te ha pasado algo, te han dado un disgusto?».

Como si de un adivino frente a una bola de cristal se tratara, ha dado en el clavo: estrés y penas han hecho mella en la melena de D. Y, ya que él se ha dado cuenta, ella se lía la manta la cabeza y le cuenta media vida a esa persona a la que termina no solo por confiarle su difícil pelo rizado, sino también sus tristezas (y también alegrías, cuando toca, por supuesto).

Podría ser un caso aislado pero no lo es. Esta estrecha relación que se establece entre un peluquero y su cliente es tan real en muchos casos que ya es fruto de risas en la cultura popular.

¿Y qué más propio de la cultura popular que ‘Los Simpsons’? Ahí queda un episodio de la temporada 30 donde Julio, peluquero de Marge, la madre de pelazo azul, le comenta mientras le lava el pelo: «¿Qué pasa, Marge? Noto un punto de tristeza en tus puntas abiertas».

Que el lavacabezas de la peluquería se convierta, a veces, en una alternativa de andar por casa al diván del psicólogo o a una charla con amigos tiene mucho que ver con varios factores: la frecuencia con la que en España acudimos al peluquero; la importancia que le damos a la imagen personal, y que el momento que se comparte no deja de ser algo muy íntimo y personal, un mano a mano, un tijera a cabeza, que estrecha lazos.

ESPAÑA, UN PAÍS DE PELUQUERÍAS DONDE ‘CONFESARSE’

Un estudio de Stanpa (Asociación Nacional de Perfumería y Cosmética) de 2020 dice que no hay país europeo con tantas peluquerías como España: se calcula que 120.000 profesionales de la tijera están repartidos en unos 52.000 salones.

No solo es cuestión de cantidad sino también de calidad. El hábito hace al monje y también crea una conexión especial. Detallaba hace un tiempo para Yo Dona Ainhoa Aramburu, directora general de L’Oréal Productos Profesionales en España, que ir a la peluquería forma parte de nuestras costumbres. «El 83% de las mujeres acude a las peluquerías para cuidar de su cabello, somos el país europeo con mayor hábito de visita», señalaba. En concreto, un 43% acude mensualmente y un 19% semanalmente.

Por otra parte, como también comentaba Menelaos Lazos, general manager de Wella en España y Portugal, cuando una española acude a un salón busca una transformación de su estilo y su look, porque es su preocupación número uno si de estética hablamos. Y para lograr ese cambio se necesita «una buena consulta profesional, un trato directo y un asesoramiento personalizado», detalla Lazos.

Ahí es cuando el peluquero se transforma en coach o psicólogo, sobre todo en el caso «de los salones de una pequeña comunidad, de un pueblo más o menos reducido, donde se crea una relación muy bonita de complicidad», confirma María José Llata, de la peluquería Llata Carrera (en Santa Cruz de Bezana, Cantabria).

A SOLAS CON MI PELUQUERO: EL MOMENTO DE LA INTIMIDAD

Ni que decir tiene que el momento que se pasa entre tintes y cortes es muy cercano. «El peluquero es una persona que tenemos enfrente y nos ve de una manera más ‘vulnerable’ o ‘desnuda’ capilarmente hablando (con el pelo mojado, el papel de plata)… Quizás eso lleve a algunas personas a confiarse con él, es lógico que a veces nazca una relación más allá de lo profesional», reflexiona el peluquero David Lorente, con salón en Madrid.

Ese es el caso de L. M., que admite que su relación con quien se encarga de rapar su melena (porque ella va rapada) es, cuanto menos, particular. «No es mi confesor claro, sino el confesor que yo necesito. Ni mi psicólogo, pero creo que es de las personas que mejor sabe leerme en cuanto me siento en ese sillón que siempre tiene que subir (es lo que tiene ser bajita). En cuanto se coloca a mi espalda y mira mi reflejo en el espejo, sabe perfectamente si necesito que me dé conversación o el silencio es la mejor opción. Es una especie de intuición mezclada con respeto y espacio que me resulta tan reconfortante como el ruido de la maquinilla», relata.

Que nazca una conexión íntima entre dos personas que comparten un espacio, momento, tijeras y espejo tiene que ver mucho también con el hecho de tener los mismos códigos estéticos, que como subraya L.M., no es algo que haya que dar por sentado, sino que es más trascendental de lo que parece: «Él es consciente del impacto y los mensajes que se pueden transmitir gracias a un look, un corte y un peinado, y me aconseja y apoya cuando el mundo parece no entender mi decisión de raparme, sabe lo que significa, los rechazos, amores, filias y fobias que esconde esa elección».

LA IMAGEN CREA LA UNIÓN… Y LA CONFIANZA

La escucha activa, como la denomina Felicitas Ordás, de Felicitas Hair en Barcelona, es clave en el trabajo de un peluquero, porque el cabello dice mucho de nosotros y de esa imagen con la que queremos que nos vea el mundo.

Porque un peluquero tiene como misión utilizar sus conocimientos técnicos como herramientas para expresar lo que cada persona es y quiere decir de sí misma.

Esta pericia en el corte y color se traduce en psicología sobre todo a la hora de un cambio de look total. Porque detrás de la decisión de cortarse el pelo o pasar de morena a rubia siempre hay algo más, y es esencial, tal y como recomienda María Baras, de la peluquería Cheska (Madrid), que se comparta con el peluquero.

«Eso nos lleva a hablar mucho, a ser buenos comunicadores. Necesitamos saber en qué punto de su vida están nuestros clientes, qué buscan, qué quieren… Y a ellos les interesa que tú les entiendas bien para que les dejes bien, que les hagas el corte que va con su personalidad, por eso sí, es cierto, actuamos un poco de psicólogos», reconoce Baras.

PON UN PELUQUERO EN TU VIDA PARA SER FELIZ

No hay que olvidar otro pequeño detalle que une íntimamente a un peluquero y a sus melenas. En los grandes momentos de una persona, siempre hay un peluquero: cuando te casas, vas a una celebración especial o incluso cuando rompes con tu pareja y necesitas un cambio…

Eso lleva a confirmar que se establece con el cliente una conexión para saber qué quiere, como recalca Rafael Bueno de Rafael Bueno Peluqueros (Málaga), razón por la que hay que empatizar con sus gustos, hábitos y deseos para que salga del salón más feliz de lo que ha entrado.

Ese, y no otro, es el verdadero éxito de un peluquero, alguien que, como decía Raffel Pagés, el grande de las tijeras, no peina cabellos, sino almas.

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